
Es decir, buscamos un conjunto de normas que nos sirvan para vivir en armonía.
Pero debemos recordar que en la educación de los hijos estamos en una ETAPA CONSTITUYENTE , por tanto, no podemos legitimarla a través de una “consulta popular”, sino que las normas están en una evolución que nos fuerza continuamente a evaluar la situación y a modificar las respuestas. La autoridad por tanto, es una responsabilidad ineludible, porque no somos iguales a los niños. No podemos vivir como si los niños estuvieran a nuestra altura, o peor, como si nosotros estuviéramos a la suya. Para ello debemos confiar en nosotros mismos y en nuestros valores.
Vamos a decidir darles entonces a nuestros hijos unas reglas razonables para:
▫ Su seguridad
▫ La armonía de la familia
▫ La vida social del niño y de la propia familia
▫ La autodisciplina
▫ Su autoestima y autocontrol
▫ El bienestar de los demás
Las normas deberían responder a las siguientes preguntas:
1. ¿Son necesarias?
2. ¿Son simples?
3. ¿Son justas?
4. ¿Las comprenden nuestros hijos?
5. ¿Les va a merecer la pena cumplirlas?
6. ¿Las aceptan nuestros hijos?
7. ¿Saben que ocurrirá si las infringen?
8. ¿Me atrevo a hacerlas cumplir?
9. ¿Las aplico con justicia?
10. ¿Lo hacen también los otros adultos de la casa?
Vamos a darle a nuestros hijos las razones de nuestras normas. Debemos explicar las razones, cuando las circunstancias lo exijan, para que el niño comprenda que las normas que ponemos tienen una base racional y beneficiosa. Debemos ponerlo en nuestro lugar, o en el lugar del otro. Para que el niño y la niña puedan sentir empatía (Capacidad para ver las cosas desde el punto de vista de otro además del propio) por los demás, y puedan entender eso de “No le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”.
¿Cómo hacemos esta constitución?
· Observando:
Debemos escuchar a nuestros hijos, creando en ellos una atmósfera de confianza.
Debemos traducir sus comportamientos para saber qué quieren decir con sus llamadas de atención o con sus silencios, es decir debemos saber por qué y para qué actúan como lo hacen
Debemos fijarnos también en lo positivo y valorar el buen comportamiento.
· Comunicando
No podemos monologar (sobre todo con adolescentes), es mejor preguntar y escuchar.
Podemos hacer un esfuerzo por comprenderlos pero no podemos ponernos a su altura.
No podemos perder los nervios.
No podemos faltarle el respeto si no queremos que nos lo falten a nosotros.
No podemos ser invisibles para ellos ni viceversa.
No podemos inhibirnos ante su mal comportamiento, aunque a veces haya que ignorar determinados comportamientos.
Debemos señalar concretamente las cosas que no nos gustan y no caer en hacer un rechazo general de nuestros hijos
· Construyendo:
Creando una estructura de hábitos y rutinas que le ayuden a vivir, como por ejemplo a pedir permiso, o acudir a los mayores ante una agresión antes que agredir.
Más prevención es igual a menos castigo. Se resiste más la tentación de un mal comportamiento si las circunstancias lo impiden que si lo castigamos después de hacerlo
· Siendo coherentes
Debemos demostrar nuestros valores con el ejemplo
No debemos amenazar con lo que no se puede cumplir
Los límites deben estar fijados por las circunstancias, y no por nuestro estado de ánimo
· Actuando:
Ante las conductas inadecuadas, lo principal es no dejarlos decidir, actuando como requiera la situación:
- Ignorando su llamada de atención y
siguiendo con nuestro plan
- Explicando nuestra razones y
siguiendo con nuestro plan
- Castigando sin más explicaciones
ante situaciones innegociables