2.d) Poder


Hemos pasado de una situación de represión (exceso de poder) a una situación de descontrol (falta de poder). Pero el poder, como la energía, ni se crea ni se destruye, si no está en un lado está en otro. Si no lo tenemos los adultos lo tienen los niños. La cuestión entonces es quién merece más confianza para tener esta responsabilidad.
El poder ha hecho y hace mucho daño, pero no podemos prescindir de él y sobre todo no podemos cederlo a nuestros hijos.
Los elementos clásicos para ejercer el poder son: el miedo, la culpa y la vergüenza. Pero, ¿en qué se convierte un niño que no tiene nada de miedo, nada de culpa y nada de vergüenza?
La utilización del poder en educación siempre requiere de matizaciones para encontrar el justo medio:
El exceso de miedo te lleva a ver a los demás siempre como un peligro y la ausencia de miedo te convierte en un peligro para los demás.
El exceso de culpa te convierte en tu propio enemigo y la falta de culpa convierte a los demás en tus victimas.
El exceso de vergüenza es ir con el freno de mano echado y la falta de vergüenza es ir sin frenos.
Por otra parte hay que recordar que el cariño y la firmeza son imprescindibles para educar, por tanto no pueden ser incompatibles.


Contravalor: El No-Poder
Hay veces sin embargo que los padres y madres viven la educación de los hijos como una relación donde siempre hubiera colaboración, dejando las decisiones en sus manos y adaptándose a ellas aunque no les guste. Es decir deciden que nunca deben utilizar el poder.


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